martes, 19 de febrero de 2008

LA VIDA TE DA SORPRESAS..........







Las sorpresas son lo mejor del mundo, la sal de la vida. Este finde, otra escapadita fuera de Sao Paulo, que ahoga un poco. Objetivo: Paraty, un pueblo colonial cercano a Río. Google Maps nos enseña el camino más rápido (en teoría), y parece fácil: autopista por la que hemos ido 1.000 veces, desvío, y carretera directa a Paraty. Tarde de viernes, solete, la vida nos sonríe. Cogemos el desvío sin mayor problema. Un cartel nos anuncia que cambiamos de estado (Sao Paulo por Río de Janeiro) y, 100 metros más allá, otro nos avisa de que se acaba el asfalto. No nos lo podemos creer. El mapa no indica nada de eso. De repente, carretera (por no decir caminucho) de tierra, lleno de agujeros, cada vez más estrecho y comido por la selva; selva en la montaña. Palmeras, lianas, orquídeas, flores de mil colores. Estamos flipando. Precioso. Precioso, pero nada cómodo para conducir. Aún así ya es tarde, no hay vuelta atrás. Unos pequeños pilares conmemorativos nos informan de que estamos atravesando el “Camino Real” o “Camino del oro”, por el que los portugueses sacaban el oro del estado de Minas Gerais para embarcarlo en Paraty rumbo a Europa. Doy fe de que el camino se parece bastante a lo que sería en el S. XVIII; a medida que nos invade la niebla, no puedo evitar pensar en lo que sentirían los conquistadores cuando llegaron aquí por primera vez. De vez en cuando Ferrán (nuestro Carlos Sainz particular) tiene que hacer malabarismos para echarse a un lado del camino y dejar pasar a algún escarabajo con el que nos cruzamos; eso nos tranquiliza, porque si un escarabajo (de los antiguos) ha llegado hasta allí, nosotros y nuestro coche cutre también podemos. Al cabo de un rato vemos………un bareto-chiringuito literalmente en medio de la nada¡¡¡¡¡ Si se nos pincha una rueda, al menos nos podremos tomar una cañita……

12 kilómetros y una hora después, la carretera vuelve a ser lo que era y desciende suavemente hasta la pequeña joya colonial que es Paraty. Ya ha oscurecido y casi no se ve nada, pero todos intuimos que nuestro accidentado viaje no se quedará sin recompensa.


Las sorpresas son la sal de la vida. A veces buenas, otras no tanto, pero nos sacan de la previsible autopista en que pueden convertirse nuestras vidas por culpa de los planes y de las rutinas. Siempre hay desvíos esperados y señalizados, esas encrucijadas que nos llegan a todos tarde o temprano y en las que sabemos que tendremos que decidir aunque no queramos. Pero a veces la vida nos regala la oportunidad de elegir caminos secundarios, escondidos, que no entraban en nuestros planes y aparecen inesperadamente. Otras veces, la mayoría, ni siquiera puedes elegirlos porque de repente, así sin más, el asfalto de nuestra vía sin retorno se convierte en tierra y no hay opciones; tienes que seguir adelante y quizá te maravilles con el descubrimiento de un increíble paisaje, o quizá te quedes atorado en una interminable secuencia de baches de los que te cueste salir. En cualquier caso, al final, cuando sigues la ruta, descubres que lo mejor del viaje ha sido apartarte de ella; y que los planes, como los GPS, casi siempre fallan. Así que ¿por qué no viajar sin mapas? O mejor ¿por qué no viajar sin rumbo?

1 comentario:

Eva dijo...

Que sepas que el último párrafo te lo voy a copiar enterito y se va a convertir en una entrada de mi blog.

Qué grande, qué tremendo, qué descripción de esas pajas mentales tantas veces comentadas!!!

Un beso y hasta mañana a ti y a tu tostada mañanera. Muaak.