Finde perfecto, o casi, en Paraty. Pensábamos que no llegábamos, pero acababa de anochecer cuando por fin encontramos nuestra tranquila pousada con piscina. Fuimos a cenar al centro del pueblo, a la parte antigua. La verdad es que parece un poco un parque de atracciones, porque en esa parte casi sólo hay turistas, pero aún así resulta tranquilo, agradable. Son casitas blancas coloniales, con los marcos de puertas y ventanas pintadas de distintos colores y faroles de hierro forjado; el suelo conserva el empedrado antiguo, muy mono pero que te obliga a caminar concentradísima. Salvando las distancias, muchas, combina el rollo medio bohemio de Ibiza con el aire colonial de Nueva Orleáns. Sin duda, el pueblo más bonito que he visto en Brasil, agradable, con mucho encanto. Puede que esta opinión se deba a que en realidad no he visitado demasiados sitios aquí, o también puede ser que mi mente europea necesite respirar algo de historia de vez en cuando. Ya era tarde, así que cena-homenaje de pescadito (por fin) y a dormir a pierna suelta, más de 5 horas para variar.
El sábado, descansados y renovados, nos fuimos de excursión en barco; un poco demasiado de domingueros, pero no está el tema económico como para alquilarse un velerito privado. Pero bueno, estuvo genial. Había un músico (un auténtico figura) tocando samba mientras navegábamos viento en popa recorriendo la bahía y sus islitas, algunas de ellas privadas; cielo azul, sol perfecto y playas paradisíacas, creo que las mejores que he conocido en estos cuatro meses (mirad qué fotos¡¡¡¡). Y cervecillas a vontade. Buff, la estresante vida del becario……:-P Una parada para hacer snorkel, un par de ellas en las playas de las islitas, comida en el barco y vuelta al puerto. Después sólo tuvimos tiempo de un chapuzón piscinero antes de volver al pueblo a cenar. Más pescadito, y unas caipis para digerir. Fuimos a una cachaçaria donde destilan cachaça con clavo y canela y con ella preparan unas caipis con maracuyá……..de lujo¡¡¡¡ Además le caí en gracia al camarero (cuarentón y feo, una pena) y me llevé de premio un curso acelerado de preparación de caipirinhas (las que me tomé me salieron gratis), una lámpara y un libro. Vamos, una noche de lo más rentable….
El domingo decidimos irnos nada más desayunar para conocer otras playas que nos pillaban de camino. Por supuesto, después del percance del viaje de ida, nos decantamos por la carretera de la costa. No tardamos mucho en llegar a Ubatuba, uno de los destinos preferidos de la costa paulista. Me pareció el Benidorm de Brasil, oseasé, horrible; decepcionante, porque nos habían dicho que las playas son preciosas. Después nos dijeron que nos habíamos equivocado al elegir la playa, pero ya era tarde. Aún así, yo soy la mujer más feliz del mundo sólo con estar tumbadita en la arena oyendo el mar. Para comer nos dimos otro homenaje (el último) de caldereta de pescado y, cuando íbamos a darnos otra sesión de playa, empezó el diluvio universal……..
El sábado, descansados y renovados, nos fuimos de excursión en barco; un poco demasiado de domingueros, pero no está el tema económico como para alquilarse un velerito privado. Pero bueno, estuvo genial. Había un músico (un auténtico figura) tocando samba mientras navegábamos viento en popa recorriendo la bahía y sus islitas, algunas de ellas privadas; cielo azul, sol perfecto y playas paradisíacas, creo que las mejores que he conocido en estos cuatro meses (mirad qué fotos¡¡¡¡). Y cervecillas a vontade. Buff, la estresante vida del becario……:-P Una parada para hacer snorkel, un par de ellas en las playas de las islitas, comida en el barco y vuelta al puerto. Después sólo tuvimos tiempo de un chapuzón piscinero antes de volver al pueblo a cenar. Más pescadito, y unas caipis para digerir. Fuimos a una cachaçaria donde destilan cachaça con clavo y canela y con ella preparan unas caipis con maracuyá……..de lujo¡¡¡¡ Además le caí en gracia al camarero (cuarentón y feo, una pena) y me llevé de premio un curso acelerado de preparación de caipirinhas (las que me tomé me salieron gratis), una lámpara y un libro. Vamos, una noche de lo más rentable….
El domingo decidimos irnos nada más desayunar para conocer otras playas que nos pillaban de camino. Por supuesto, después del percance del viaje de ida, nos decantamos por la carretera de la costa. No tardamos mucho en llegar a Ubatuba, uno de los destinos preferidos de la costa paulista. Me pareció el Benidorm de Brasil, oseasé, horrible; decepcionante, porque nos habían dicho que las playas son preciosas. Después nos dijeron que nos habíamos equivocado al elegir la playa, pero ya era tarde. Aún así, yo soy la mujer más feliz del mundo sólo con estar tumbadita en la arena oyendo el mar. Para comer nos dimos otro homenaje (el último) de caldereta de pescado y, cuando íbamos a darnos otra sesión de playa, empezó el diluvio universal……..
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