El sábado de mañana, a pesar de estar un poquito matados de la noche anterior, los niños me llevaron de excursión.....a navegar¡¡¡¡¡ Resulta que hay una presa (Guarapiranga) muy cerquita de São Paulo, tanto que se puede llegar en transporte público. Parece mentira llevar más de medio año aquí y que nos queden tantas cosas por descubrir, fuera de la ruta y rutina habituales de restaurantes, bares y casas de samba. Fuimos un poquito a la aventura, y a mí me pareció llegar a otro mundo, sin casi tráfico ni ruido y la vista de las velas de los barcos en la presa, como si estuviésemos en la playa.
El capitán ejerció sus funciones y aunque al principio yo no era más que un polizón de lujo
("tú no te muevas"), fui ascendiendo y conseguí que me dejara cambiar la dirección de las velas....;-) un buen maestro de cabos, vientos, rumbos, sotaventos y barloventos, con mucha paciencia y sobre todo mucha clase para dirigir nuestra pequeña embarcación.
El grumete, como un niño con zapatos nuevos, deseando "hacer la maniobra", trasluchar, tirar de los cabos y cambiar de rumbo. Un capitán en proyecto.
Y yo ahí colgada, feliz con el viento, la velocidad (que bueno, tampoco era tanta pero lo parecía), las risas y los remojones. ¡Y no me caí ni una vez¡
Después comilona en un restaurante mineiro, sin puro pero con copa, y de vuelta a darlo todo en São Paulo. Más copitas tranquis, cumpleaños en bar pijo, y Sarajevo (el Potemkin de São Paulo), que me encanta....me tuve que retirar sólo vencida por el cansancio....
Fue un día genial, por todo, hacer algo distinto, divertido y nuevo para mí, y, por supuesto, por los conquienes.
Gracias, capitán y grumete.