lunes, 4 de agosto de 2008

UNA OBRA DE ARTE DE LA NATURALEZA





Eso fue lo que pensé cuando, después de recorrer sin muchas expectativas un caminito atravesando el río, vi por primera vez la Garganta del Diablo. Los paisajes no suelen impresionarme mucho, estoy harta de ver cascadas (que deben ser el segundo atractivo turístico de Brasil después de las playas) y ya había estado en las cataratas del Niágara. Nada que ver. Entorno espectacular, ruido ensordecedor y litros y litros de agua cayendo desde 70 metros de altura. Una auténtica obra de arte, pero sin la mano del hombre de por medio; un capricho de la naturaleza. Me hubiera quedado horas y horas embobada viendo el agua caer, pero los miles de turistas deseosos de cazar una buena foto estropeaban la panorámica (alguno pensaría lo mismo de mí, supongo).
El primer día visitamos el lado argentino, después de unas horillas de autobuses de línea (pasamos de excursiones organizadas) y algún que otro percance en la frontera; hay varios paseos, para ver las cataratas desde arriba y desde abajo, para verlas de cerca. Impresionante. El segundo día visitamos la parte brasileña; todo más caro, más artificial, vista más panorámica que otra cosa y mucho menos espectacular. He de confesar que a esas alturas se me salían las cataratas por las orejas. Después, visita al "Parque de las Aves", donde mantienen en semilibertad aves exóticas (para nosotros); un poco de susto con unos loros enormes que vacilaban a los turistas y un montón de tucanes preciosos. Por último, ruta guiada por la presa de Itaipú, que produce toda la energía que consume Paraguay y el 20% de la que demanda Brasil; toda una obra de ingeniería.
Ah¡¡¡ Y para rematar, el "hito de las tres fronteras", un punto donde se cruzan los ríos Paraná e Iguazú formando la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay. A mí el concepto de frontera me ha parecido siempre alucinante, porque me resulta increíble que haya un punto del mapa a partir del cual la humanidad diga ala, este es otro país, con otro idioma, otra cultura, otra historia, etc, etc, etc. Siempre me he preguntado, ¿por qué no 100 metros más allá?¿tanto cambian las cosas por una línea en un mapa?. Ésta es una frontera natural perfecta, delineada por la naturaleza con el mismo arte que las cataratas. Y además frontera entre tres países (tan diferentes) a la vez. No sé, me flipan esas cosas, aunque el concepto de frontera me sigue pareciendo igual de arbitrario y vacío. Se nota en las propias ciudades de Puerto Iguazú (Argentina) y Foz de Iguazú (Brasil); las ciudades fronterizas tienen ese aire decadente y desagradable, pero único, de lo indefinido, de no ser ni una cosa ni otra. Esta es la región del auténtico portuñol, todos hablan o chapurrean español y portugués y, salvo los indios paraguayos, muy fácilmente identificables, sus habitantes podrían ser argentinos o brasileños, no es fácil distinguir. Y sin embargo, a pesar de los escasos 20km que separan ambas poblaciones, las diferencias son más que evidentes: Puerto Iguazú es un pueblillo sin cines ni discotecas ni infraestructura; Foz es más grande que Valladolid, tiene unos cuantos centros comerciales, es más peligroso, todo es tres veces más caro. Lo que hacen las fronteras y el "desarrollo" económico.
En fin, viaje relámpago (tampoco hace falta más tiempo) y vuelta accidentada, como no podía ser de otra manera desde que la mala suerte me persigue. Avión de vuelta a las 6 de la mañana, así que a las 4h30 en el aeropuerto. A las 5 nos informan de que el vuelo se cancela y nos ponen en lista de espera en varios vuelos, aunque en el primero que teníamos plaza segura era el de las 19h50. Dejà vu limeño, sólo que el de Foz no es un aeropuerto de capital, sino un puto agujero. Montamos campamento en la única lanchonette abierta. Mecagoentodo, aunque el buen humor de los niños me arranca alguna sonrisa. Evidentemente ya no llego a currar, lo cual no me importa mucho salvo por el qué dirán (mi jefa mayormente). Al final tenemos suerte y nos meten en un vuelo que hace escala en Río, donde nos hacen bajar del avión. Después de un billete perdido y recuperado, volver a pasar el control de pasaportes y equipajes, la irritante lentitud de los brasileños, varias carreras por el aeropuerto y la inevitable cola (el deporte nacional) para entrar en el avión, conseguimos embarcar. A estas alturas se me salía la mala ostia por los poros. A las tres de la tarde llegamos a Sao Paulo, hogar dulce hogar. No vuelvo a coger un puto avión hasta que tenga que volver a España (ya verás como ése ni se cancela, ni se retrasa, ni me meten en primera por overbooking.........).
Bueno, las fotos son pocas porque la mayoría no eran de mi cámara, pero para que os hagáis una idea. Mañana más y mejor.

1 comentario:

Eva dijo...

Estrelladaaaaaaa!!!
Vaya chapa que te has marcado!!!!

Muakkk.

PD: Se me ocurre, que podías practicar un poquito más la tortilla de patata, hasta que te quede exactamente en el punto de sal... que conste que estaba cojonuda y que lo hago por ti, que a mi me da igual
;)