sábado, 22 de marzo de 2008

VIENDO LA VIDA PASAR

Semana Santa de recogimiento en Río. Suena a coña, lo sé, porque Río es lo menos parecido a Silos que conozco, pero así ha sido. Tanta visita y me he pasado la mayor parte del tiempo sola. Disfruté unas horas de Bea, de su energía que electriza, y su compañía fue el mejor bálsamo. Disfruté también unas horas de Víctor, menos de las que me hubieran gustado pero así es la vida, supongo.

Curiosamente, ha sido ahora cuando he descubierto Río con todo su encanto y su magia. Los días perfectos y soleados ayudan. Ver las montañas recortarse en el cielo azul de Ipanema nunca me había resultado tan espectacular. Pasear por Copacabana con el Cristo vigilando desde lo alto. Mil horas de playa, con todo su ambientazo, la paz del mar, el sol...por lo menos ahora tengo un moreno de película ;-)

Me senté a comer en la Garota de Ipanema, un restaurante bastante turístico pero con un pescado que, para variar, estaba exquisito. Y me puse a ver pasar la vida. Como solía hacer con mi madre solo que en vez de en la terraza del Cartablanca, fue en la esquina de Prudente de Morais y Vinicius de Morais. Tiene un poco más de glamour, la verdad. A ella le hubiese encantado. Desde luego la fauna es mucho más variada y exótica. Torsos musculosos al descubierto, cuerpazos de infarto, algún gordinfloncillo despistado con sus michelines totalmente fuera de lugar, vendedores ambulantes, guiris en su mayoría americanos de todas las formas y colores (del blanco al rojo), viejas con el mismo estilista que Marujita Díaz, gays a la última moda, silicona a diestro y siniestro, manicuras perfectas, patricinhas, turistas sin pena ni gloria como yo.......

En eso estaba cuando, al darme la vuelta un momento, ví que en la tele del restaurante estaban poniendo “La Pasión de Cristo” (o similar) y entonces caí en la cuenta de que era Viernes Santo. Bueno, mentira, porque mis torrijas del desayuno me recordaron las fechas en que estamos. Pero ha sido una Semana Santa tan atípica, en Río, en la playa y a 30 grados, que ya se me había olvidado. Y agradezco poder haberme librado por un año de la grisura, el frío, los pasos que hacen de Valladolid una ciudad intransitable, de la mediocridad y la tristeza de los capuchones y los redobles de tambor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

See here or here

swampwalk dijo...

Hola Cris, qué bien te lo pasas, vaya envidia en la playa y con sol. Un beso y sigue disfrutando.